LA ENFERMEDAD DE ALZHEIMER: SÍNTOMAS, CAUSAS Y FASES.

La enfermedad de
Alzheimer

Recibir el diagnóstico de la
enfermedad de Alzheimer (EA) resulta, a menudo, desconcertante. La reacción
normal es querer saber más y las preguntas no solo proceden de la persona que
padece EA, sino también de sus familiares y amigos.

La enfermedad de Alzheimer es una
alteración de las células cerebrales que origina su progresiva destrucción,
afectando a las funciones cognitivas y a la conducta de las personas que lo
padecen, e interfiriendo de forma significativa en las actividades de la vida
diaria de la persona.

Hablamos de demencia cuando una
persona experimenta un conjunto de síntomas que implican la pérdida gradual y
progresiva de la memoria, el pensamiento y las habilidades mentales en general.
La demencia por tanto no es una enfermedad en sí misma, sino un término que
engloba diferentes tipos de enfermedades, entre ellas, el Alzheimer.

Es la forma de demencia más
frecuente que existe; conlleva la pérdida irreversible de las capacidades
intelectuales, incluyendo la memoria, la capacidad de expresarse, y comunicarse
adecuadamente, de organizar la vida cotidiana y de llevar una vida familiar,
laboral y social autónoma.

La enfermedad de Alzheimer es
degenerativa, su evolución supone el deterioro de las funciones en el mismo
orden en el que se adquirieron pero en sentido contrario, es decir, que el
enfermo pierde en primer lugar las funciones más avanzadas, como la capacidad
de abstracción hasta llegar a las que adquirió durante los primeros meses de
vida.

A diferencia de las problemas de
memoria característicos de la edad avanzada, la EA es una enfermedad bien
definida que puede diagnosticarse mediante diversas pruebas fisiológicas y
cognitiva, así como a través de técnicas de imagen. Los síntomas aumentan a
medida que se eleva el número de neuronas afectadas, debido a lo cual la EA se
considera una enfermedad progresiva. 

 

¿A quién afecta la EA?

Existen dos tipos de enfermedad
de Alzheimer: de inicio precoz y de inicio tardío.

 En la primera, los síntomas aparecen antes de
los 60 años. Es mucho menos frecuente; es responsable de entre el 5 y el 10% de
los casos y tiende a evolucionar rápidamente.

Le EA de inicio tardío, que es el
tipo más extendido, se desarrolla a partir de los 60 años.

En este sentido es interesante
comentar que la pronta detección de los síntomas por parte de un equipo
multidisciplinar (médico, psicólogo, terapeutas, etc.) y un tratamiento
personalizado inmediato puede retrasar la aparición de los síntomas hasta en 3
años. Es por eso, que es conveniente prestar atención a los primeros indicios
de la enfermedad y actuar lo antes posible. Es importante también, obtener
buena información sobre la enfermedad y se posible evolución para no caer en
errores frecuentes como la sobreprotección o la exigencia.

 

Fases de la EA y
principales síntomas.

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Estadio leve. El daño de la enfermedad todavía pasa desapercibido,
tanto para el paciente, como para los familiares. El enfermo olvida pequeñas
cosas, como dónde ha puesto las llaves, o tiene alguna dificultad para
encontrar una palabra. En esta etapa todavía puede trabajar o conducir un
coche, aunque es posible que empiece a experimentar falta de espontaneidad, de
iniciativa y ciertos rasgos depresivos. La capacidad de juicio se reduce y
tiene dificultad para resolver nuevas situaciones y organizar actividades.
Pueden aparecer signos de apatía y aislamiento y cambios de humor.

Estadio moderado: La enfermedad ya resulta evidente para familia y
allegados. El paciente presenta dificultades para efectuar tareas como hacer la
compra, seguir un programa de televisión o planear una cena. Ya no es solo una
pérdida de memoria, sino también de capacidad de razonamiento y comprensión. En
esta etapa, el deterioro avanza con bastante rapidez y los afectados pueden
llegar a perderse en lugares familiares. Además, se muestran visiblemente
apáticos y deprimidos.

Estadio grave: Todas las áreas relacionadas con la función
cognitiva del paciente se encuentran afectadas. Pierde la capacidad para hablar
correctamente o repite frases inconexas una y otra vez. No puede reconocer a
sus familiares y amigos; ni siquiera se reconocen a ellos mismos ante un
espejo. La desorientación es constante. Los pacientes más graves se olvidan de
andar y sentarse y, en general, pierden el control sobre sus funciones
orgánicas. Se olvidan de hechos recientes y lejanos. Permanecen horas inmóviles
sin actividad, y generalmente no pueden andar. Dejan de ser individuos
autónomos y necesitan que les alimenten y les cuiden. Gritan, lloran o ríen sin
motivo y no comprenden cuando les hablan. En su etapa más grave surgen
rigideces y contracturas en flexión, permanecen en mutismo y pueden llegar a
presentar trastornos deglutorios. Muchos de ellos acaban en estado vegetativo.

 

Causas

La causa de esta enfermedad no se
conoce con exactitud, pero todo apunta a que tiene un origen multifactorial en
que el que parece que están implicados diferentes procesos como la acumulación
de ciertas proteínas cerebrales (beta-amiloide y tau), neuroinflamación,
inmunidad, cambios vasculares, genética… que predisponen a que ciertas personas
la desarrollen. No obstante, los casos hereditarios son raros y solamente
suponen el 1% del total de los casos. Estos son los principales factores de
riesgo relacionados con el Alzheimer:

Edad: La edad media de diagnóstico se sitúa en los 70-80 años,
puesto que la edad es el principal factor de riesgo para desarrollar esta
enfermedad. Aunque no es lo más frecuente, también puede comenzar en torno a
los 50 años, y puede producirse incluso en torno a los 30-40 años, en aquellos
casos que obedecen a causas genéticas. Sin embargo, el hecho de que se asocie
con la edad no significa que envejecer conlleve desarrollar Alzheimer.

 

Sexo: Puesto que la esperanza de vida es mayor en mujeres, el
número de casos en este grupo de población es tres veces mayor respecto a los
hombres. Según la SEN, se prevé que el número de afectados en ambos sexos
aumente considerablemente en los próximos años debido  precisamente al envejecimiento poblacional.

 

Herencia familiar: la enfermedad de Alzheimer familiar -una variante
de la patología que se transmite genéticamente-, supone el 1% de todos los
casos. No obstante, se estima que un 40% de los pacientes con Alzheimer
presenta antecedentes familiares.

 

Factor genético: varias mutaciones en el gen de la proteína
precursora amiloidea (APP), o en el de las presenilinas 1 y 2. También podría
asociarse con mutaciones en el gen de la apolipoproteína E (APOE). Esta
proteína está implicada en el transporte y eliminación del colesterol. Según
las investigaciones, la nicastrina activaría la producción del beta amiloide.

 

Factores medioambientales: el tabaco se ha mostrado como un claro
factor de riesgo de la patología, al igual que las dietas grasas. Asimismo, la
salud cerebral está íntimamente ligada con la salud cardiovascular.  También hay estudios que muestran una
asociación entre la contaminación del aire y mayores concentraciones de las
proteínas implicadas en esta enfermedad.

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Existen líneas de investigación
que sugieren que las estrategias generales para un envejecimiento saludable
pueden ayudar a mantener la salud del cerebro y pueden reducir el riesgo de
desarrollar Alzheimer. Estas medidas incluyen alimentarse con una dieta
saludable, mantenerse socialmente activos, evitar el tabaco y el exceso de
alcohol y ejercitar tanto el cuerpo como la mente

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